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«Mamá… estoy aburrido…»

Laura Ramos y María Mercedes Díaz
Lic. en Psicología Infantil

Fin de semana largo, junto a nuestro hijo programamos un día de diversión. Invitamos a un amiguito al cine, vamos a comer hamburguesas y a los juegos electrónicos. Pero cuando llegamos a casa aparece la frase temida “Y ahora que hago… estoy aburrido”.

En esta situación las mamás se sienten decepcionadas al no saber como conformar al hijo que no tiene límites en su demanda de actividades. La respuesta para este interrogante tal vez se encuentre reformulando la pregunta:¿Es necesario hacer más?.

LOS PAPAS Y EL ABURRIMIENTO:

Una buena manera de encarar el aburrimiento puede ser que los adultos se cuestionen el sentido que ellos le otorgan al hacer. Si un papá le reclama a su hijo que “no está haciendo nada”, porque lo encuentra hojeando una revista, ensimismado en sus pensamientos o descansando mientras mira el techo, es ese papá el que debe replantearse lo que siente; cuál es la estima que él mismo le da a los instantes de ocio.

Los ritmos de vida apurados reducen las oportunidades de compartir en familia; la misma vorágine semanal proyecta su aceleración hasta el sábado y domingo, anulando la capacidad de gozar el descanso. Por esta razón, puede ocurrir que, cuando aparezcan los tiempos libres, sean los padres a quienes les cueste“acomodarse” a los hijos. De allí la necesidad de encontrar actividades externas, que pueden ser enriquecedoras, pero no deberían reemplazar la diversión en el hogar.

LOS CHICOS DE HOY

Actualmente los chicos tienen muchas actividades ya programadas tanto desde el colegio como desde el hogar. Por eso es entendible que no sepan que hacer cuando se enfrentan a la incertidumbre que genera el tiempo libre y la falta de obligaciones.
Se encuentran en su habitación, rodeados de juegos y estímulos pero pese a todo no saben cómo divertirse. Este momento de aburrimiento puede tener distintos desenlaces:

– prolongarse, sin poder salir de la apatía, donde lo único que se hace es pensar“estoy aburrido”.

– acotarse a su mínima expresión, haciendo muchas actividades juntas. Pensando, antes de terminar una actividad, con que se va a seguir para no enfrentarse a la inquietud y desazón del no saber qué hacer. Pero es esta misma incertidumbre la que nos impulsa a buscar algo nuevo, y aquí tendríamos la tercer alternativa:

– soportar y atravesar el aburrimiento, porque es de la única manera en que se puede desplegar la creatividad.

PARA DESABURRIR

Ante el reiterado “Estoy aburrido” de los niños, la primera recomendación es:¡No desesperen!
Si logran esto, la siguiente les deparará un éxito prácticamente garantizado: den a los chicos la posibilidad de explorar el aburrimiento.

A modo de ejemplo:

Hijo: Maa… estoy aburrido!!
Mamá: ¿Cómo es aburrirse?
Hijo: Y, que no sé que hacer.
Mamá: Bueno, no hagas nada.
Hijo: Y pero… ¿nada?
Mamá (con tu tono más positivo): ¡Nada!

En pocos minutos, los chicos se encargarán de que esa nada se transforme en algo interesante. Con esta especie de juego, se legaliza el aburrimiento, abriendo sus posibilidades creativas.

EL ABURRIMIENTO EN LAS DISTINTAS ETAPAS:

De 0 a 2 años: ¿Un bebé se aburre?. Es muy raro pensar en el aburrimiento a esta edad. Si notamos apatía, falta de interés por la mamá, por los estímulos externos, signos que podríamos interpretar como aburrimiento, es porque algo está pasando. Habrá que descartar todo tipo de enfermedad orgánica, como fiebre o dolores, y si esto es un actitud frecuente será necesario hacer una consulta.

De 2 a 5 años: Los chicos a esta edad parecen tener baterías inagotables, por lo tanto cuando están mucho tiempo aburridos nos llama la atención. Como en este momento evolutivo es esperable que se desarrollen los juegos creativos, donde encuentran las cosas más insólitas para jugar, que no puedan hacerlo indica que algo no anda del todo bien. En este caso una consulta puede despejar dudas y reencausar la situación.

De 6 a 10 años: Con el comienzo de la escuela se amplían los intereses, a los juegos dramáticos se suman los reglados, de ingenio y los grupales. Por eso el aburrimiento tiene menos lugar, aunque algunos episodios aislados no tendrían que preocuparnos.

De 11 a 13 años: Ya no son más nenes pero tampoco son “grandes”. Sus intereses oscilan entre los juegos infantiles y las salidas adolescentes. Es difícil por eso encontrar que hacer y no aburrirse. Tendríamos que preocuparnos si el aburrimiento es constante y si les cuesta demasiado encontrar alguna actividad que los entretenga.

De 14 a 18 años: Los juegos seden su importancia a las salidas, a escuchar música, donde se privilegia siempre el grupo de amigos. Por eso si un adolescente pasa mucho tiempo sólo en su casa, sin mostrar interés por relacionarse con pares y salir del círculo familiar, aunque no exprese estar aburrido, puede indicar que algo está pasando.

Lic. Laura Ramos
Lic. María Mercedes Díaz

Psicólogas Infantiles

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