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Fraguación de identidad: sus consecuencias en el aprendizaje y la función de la escuela.

Soledad Lugones
Licenciada en Psicopedagogía

Para comenzar, debemos considerar fraguación de identidad a cualquier acto de la familia de crianza por encubrir aspectos ligados al origen del niño, o directamente todo lo concerniente al origen. Este ocultamiento va desde las palabras, los silencios y todo lo ligado a los papeles del niño: Partida de nacimiento, D.N.I., Inscripción escolar.
Las situaciones son variadas y pueden ir desde una adopción legal irregular (ej, los casos recientemente publicados por los medios en Santiago del Estero, o hace tiempo sobre Misiones), hasta supresión de identidad a través de la inscripción del niño como si fuera hijo biológico de las personas que lo criarán, la inscripción del niño como hijo de otro hombre que no sea el padre biológico, etc. Estas cuestiones, lamentablemente, no son sacadas de telenovelas, sino al revés. Y continúan ocurriendo diariamente y de manera invisible.

La Convención de los Derechos del Niño a la cual suscribe nuestro país, es clara en cuanto al derecho que tiene el niño a saber su identidad, a su salud (física y mental), a que sus padres reciban todo lo necesario para criar a sus hijos. También lo es el artículo 12 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, la cual garantiza la identidad de todas las personas a través del Estado como responsable de la restitución de la misma. Sin embargo, muy poco se respeta en los hechos estos derechos.

IDENTIDAD Y APRENDIZAJE

El aprendizaje no debe circunscribirse exclusivamente con la adquisición de conocimiento académico o escolar, si bien lo incluye, va mucho más allá de “multiplicar”, “sumar”, “escribir en cursiva” o “aprender inglés”.

Aprender es un proceso que marca toda nuestra vida y nuestro ser. Incluye lo emocional y lo intelectual a la vez. Es dar un significado propio a nuestras situaciones, poder adaptarnos a ellas, en un constante intercambio entre lo interno y lo externo, la experiencia y lo que el otro nos dice, lo propio y lo del otro, lo que sabemos y lo que nos informan.

El modo de aprender es como un idioma único e irrepetible, tal como la huella digital o un ADN en lo biológico. Y tal como en el aprendizaje de cualquier idioma, este se construye en un vínculo con alguien que enseña. Según como estas figuras enseñantes muestren el conocimiento, repercutirá en la formación de la modalidad de aprendizaje del niño.

Así, nuestra identidad se forja como núcleo de nuestra manera de aprender.
Es ese sentido de mismidad, en acción y constante intercambio con la realidad, que la hace ser dinámica y permite mantener a la misma vez una estabilidad interior que sostiene todos los cambios.
Si el núcleo está dañado, esto inexorablemente repercutirá en nuestra manera de aprender. La fraguación de la identidad de un niño/a genera un estado permanente de obstáculos, y diversas sensaciones tales como angustia, confusión y ansiedad. Y esto puede ocurrir total o parcialmente ante situaciones escolares y vinculares aparentemente sin sentido directo ligado con la historia de ese alumno.
Seguramente que un vinculo de padre-hijo basado en la mentira no favorecerá una modalidad de aprendizaje sana en el niño. Estas mentiras son formas de secreto que producen patología en el aprendizaje.

EL LUGAR DE LA ESCUELA

La escuela cobra gran relevancia en la formación de la identidad y el desarrollo de un niño, por diversos aspectos.

El principal aspecto que compete al tema que se está tratando, es en este lugar de “afuera” que tiene la escuela, adonde un niño o adolescente podrá manifestar de una u otra forma su padecimiento si su identidad se encontrase fraguada.

Pero hay un gran problema que impide desarrollar adecuadamente esta función. Si bien existe desde la sociedad y el sistema educativo, un claro conocimiento acerca de que un niño adoptado debe saber la verdad, no siempre se distingue correctamente a un niño adoptado de un niño fraguado en su identidad. En efecto, son numerosos los casos en colegios en los que los padres cuentan a los directivos o docentes que su hijo es adoptado y solicitan su ayuda para contarle la verdad, pero no todos estos niños son realmente adoptados.
Así es como un niño de 7 años cuenta a su maestra, entre su inquietud y constante ansiedad que no lo deja concentrarse y relacionarse bien con sus pares, “ mi mamá me compró” (riendo). En el legajo escolar los padres han manifestado adoptarlo, y así se le transmitió a la docente la información. ¿Qué hace esta maestra con este saber que se transmite a través de los síntomas y el relato de este niño?.

Un niño de 2 años que ingresa en el jardín llevado por sus padres ya muy mayores, los cuales firman en el legajo que lo han adoptado. Pero al presentar la partida de nacimiento, esta no posee numero de juzgado, y está inscripto como si fuera hijo biológico de los padres que dicen y escriben haberlo adoptado. ¿Cómo puede un directivo actuar ante la evidencia que ante sus ojos se exhibe crudamente y no siempre puede llegar a detectar, seguramente por desconocimiento, ya que ningún inspector le ha instruído de cómo debe ser una partida en casos de niños adoptados. Y estas mismas inspecciones del Estado que organizan y pautan la legalidad de la inscripción escolar de un niño, tal como el estado de las vacunas, ¿no se percatan cuando aparecen situaciones asi?. ¿O a lo mejor no saben cómo actuar, adonde dirigirse?…

El primer paso es hacer visible esta realidad, negarla es seguir encadenando a muchos niños a los padecimientos que les genera tener la identidad fraguada. Luego debatir sobre las soluciones a este tema, ya que es el interés superior de ellos, todos y cada uno de nuestros niños, el que está en juego.

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